Cuando el kimono se despliega, Japón se viste de historia.
Cada pliegue guarda un poema, cada hilo de seda una enseñanza transmitida por siglos.
El kimono no es solo vestimenta: es un lenguaje visual que habla de estaciones, emociones y jerarquías, donde el arte y la vida se entrelazan en perfecta armonía.
El abanico, extensión del alma, baila con el viento en el Kabuki y el Noh; los peinados y ornamentos se convierten en símbolos de belleza interior; y las geishas, maestras del refinamiento, transforman el silencio y el gesto en poesía viva.